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sábado, 16 de diciembre de 2017

Nunca digas nunca jamás

Había cerrado el blog hace cuatro años y me anima a reabrirlo un artículo que acabo de leer en La Gaceta: La población de Salamanca sigue en descenso: 14.341 personas menos en una década. Se refiere a la provincia, claro, pero en menor medida podría también tratar de la capital. Pongamos que hablo de Salamanca, que diría el Sabina.

La mayor parte de los comentarios inciden en que Salamanca está dejada de la mano de Dios. Que sigue siendo ese Lejano Oeste que hace cuarenta años importaba poco a Madrid y ahora no importa mucho más a Valladolid. Que por la desidia de las autoridades sus hijos tienen que buscarse el pan en otros lugares.

¿Está tan mal la cosa?

Me arriesgaré a combatir el victimismo dominante y diré que no. Que, desde luego, hay cosas que están peor que hace cuarenta años (la crisis demográfica es evidente en Salamanca, aunque afecta a toda España). Pero que hay también otras muchas que han mejorado. Y han mejorado porque los que se quedaron supieron espabilar y sacar partido a las ventajas comparativas de Salamanca.

Algunas de estas cosas que funcionan ahora francamente bien (al menos, desde el punto de vista de un visitante ocasional):

  • Jamón y embutidos. Ya no es solo que Guijuelo se haya convertido en toda España en sinónimo de calidad (¿cuántos catalanes o andaluces habían oído hablar de Guijuelo en los años setenta?). Es que muchos otros lugares del resto de la provincia han seguido su estela y están produciendo ya con una calidad excelente. Los ganaderos siempre fueron uno de los motores de la economía de la provincia y hay que reconocer que han sabido adaptarse muy bien a las nuevas formas de vida, a los nuevos mercados.
  • El turismo. En los setenta todo el mundo sabía que Salamanca era una ciudad muy bonita... aunque eran muy pocos los que venían a disfrutar de su atractivo. Ahora mismo, gran parte de la ciudad vive por y para el turismo. Es verdad que muchos salmantinos se sienten expulsados de esa amplia zona entre la Plaza y el Río, que antes era solo suya, pero se trata de generar ingresos y, por fin, parece que Salamanca ha encontrado el camino para rentabilizar su belleza.
  • La enseñanza del español. Salamanca es el principal referente mundial en la importante industria de la enseñanza del español. Por su nombre (es una de las ciudades españolas que "suenan" en el extranjero) y porque un buen número de salmantinos ha sabido ofrecer calidad.
  • Los estudios iberoamericanos. Me atrevería a decir que con escaso apoyo oficial, Salamanca se ha convertido en, quizá, el principal centro de los estudios iberoamericanos en nuestro país, en punto de apoyo del puente cultural que une la Península Ibérica con los países hermanos del otro lado del océano. 
El lema turístico de los sesenta y setenta era "Salamanca: arte, saber y toros". Parece que, en esencia, seguimos sacando partido a las mismas cosas. Lo que no es ninguna tragedia, desde luego. En el mundo postmoderno prima la especialización, ser capaz de ofrecer algo que nadie más tenga. En Salamanca no hay una playa como las de Salou (perdón por las del Tormes). Ni un puerto como el de Valencia (perdón por el de Chus). Ni una huerta como la de Murcia (perdón por La Huerta de Salamanca). Ni es Salamanca un nudo de comunicaciones como Zaragoza. Pero sí tiene algunas ventajas comparativas y hay salmantinos que les están sacando mucho partido. Y esperemos que sigan haciéndolo por muchos años. 

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